Eduardo Jáudenes de Salazar (CEO de ARTEDEI)
La exposición El espejo perdido. Judíos y Conversos en la España Medieval que podemos ver en el Museo Nacional del Prado. Madrid, constituye una gran muestra de asistencia obligada para todos los amantes del arte y de la historia, pues refleja perfectamente cómo era España en el medievo.
Magnífica labor curatorial de Joan Molina Figueras, Jefe de Departamento de Pintura Gótica Española del Museo del Prado quien nos demuestra que Toda la Historia es Historia contemporánea entendiendo historia contemporánea como los procesos y acontecimientos históricos sobre los que la historiografía articula su interpretación de la evolución de las sociedades humanas desde finales del siglo XVIII hasta nuestros días.
Hasta el 14/1/2024 podremos disfrutar de esta soberbia exposición.
“El espejo perdido. Judíos y conversos en la España Medieval” es la primera gran exposición, tanto por el número como por la representatividad de las obras seleccionadas, que recupera un espejo medieval: el retrato de los judíos y los conversos concebido por los cristianos en España entre 1285 y 1492.
Esta muestra, en colaboración con el Museu Nacional d’Art de Catalunya, reúne un conjunto de 69 obras en la sala C del edificio Jerónimos hasta el 14 de enero de 2024. El discurso visual ilustra como las imágenes estimularon los intercambios entre cristianos y judíos, pero también cómo contribuyeron decisivamente a difundir el creciente antijudaísmo que anidaba en la sociedad cristiana. Igualmente, se observa su utilización para estimular la conversión de los judíos y para justificar la sincera decisión de los nuevos cristianos. Por último, se destaca la creación de imágenes y escenografías en los primeros tiempos de la Inquisición.
Los frontales de Vallbona de les Monges, la Fuente de la Vida del taller de van Eyck o los retablos que realizó Pedro Berruguete para santo Tomás de Ávila, entre muchas otras, se unen a préstamos tan significativos como las Cantigas de Alfonso X el Sabio (Patrimonio Nacional), la Golden Haggadah (British Library) o el Fortalitium Fidei (Bibliothèque nationale de France), además de una relevante selección de obras procedentes de una treintena de iglesias, museos, bibliotecas, archivos y colecciones particulares nacionales e internacionales.
La exposición tiene cinco partes bien definidas;
Transferencias e intercambios
Cristianos y judíos habitaban en un espacio compartido con unas fronteras religiosas permeables. A pesar de las diferencias entre ambas comunidades, artistas judíos fueron autores de obras para cristianos y viceversa, maestros cristianos realizaron obras para judíos. Con frecuencia las transferencias e intercambios fueron estimulados por los propios clientes. En una muestra de aculturación, la élite judía encargó manuscritos iluminados, entre los que destacan las hagadás, con un formato y tipología parecidos a los de los códices cristianos. Por su parte, algunos pintores y comitentes cristianos se sirvieron de su conocimiento íntimo de las costumbres y la vida ritual de los judíos para concebir retratos de diverso signo: desde positivas estampas de ambientes y prácticas tradicionales hasta escenas diseñadas a partir de un prisma claramente polémico. Las imágenes ponen de relieve que para los cristianos ningún adversario religioso era más familiar, y por ello mismo más difícil de ignorar, que los judíos.
De precursores a ciegos
En el concepto cristiano de la Historia de la Salvación, los denominados Antiguo y Nuevo Testamento están indisociablemente unidos. De ahí que destacados monarcas y profetas judíos fueran materia habitual de la iconografía cristiana, donde se representaron como prefiguraciones de la Nueva Ley. Frente a esta visión positiva, desde el siglo XIII los teólogos cristianos desarrollaron una actitud claramente beligerante al incidir negativamente en la incapacidad de los judíos para aceptar la naturaleza divina de Jesús. Las imágenes, como los textos, se hicieron eco de esta polémica mediante la explícita metáfora de la ceguera de los judíos, un tema que conoció una gran difusión y que fue reproducido en todo tipo de obras y soportes. Pese a que un buen número de autoridades siguieron defendiendo que la conversión al cristianismo de los judíos era posible, la recreación figurativa de esta ceguera abrió paso a la construcción de su alteridad. Con su negación del Mesías, el judío empezó a convertirse en el Otro.
Antijudaísmo e imágenes mediáticas
A partir de finales del siglo XIII, en el contexto de una violencia sistémica contra los judíos, se desarrolló una variada iconografía antijudía. En ella encontramos desde retratos concebidos a partir de caricaturizaciones y signos denotativos (indumentarias y rodelas) hasta escenas que presentan a los judíos como enemigos de la fe cristiana. Como en el resto del Occidente europeo, además de expresar intolerancia y prejuicios, a menudo la promoción de estas imágenes infamantes obedece a estrategias de afirmación de la identidad cristiana. Solo hay que fijarse en las escenas con actos de profanación de imágenes de culto y de la hostia o en los ciclos de la Pasión. Desde un punto de vista cristiano, muchas de estas representaciones fueron consideradas un eficaz medio para ratificar creencias que habían despertado una viva controversia en el seno de la Iglesia, como el culto a las imágenes y a la Eucaristía, o para difundir devociones de carácter cristocéntrico. La deformada imagen del judío como profanador y deicida fue un reflejo del espejo cristiano; una manifestación de las creencias, miedos y ansiedades de los fieles de la Iglesia romana.
Imágenes para conversos, imágenes de conversos
Tras los pogromos que en 1391 asolaron buena parte de las aljamas peninsulares, un gran número de judíos se vio obligado a abrazar el cristianismo. Lejos de acabar con las tensiones, el proceso de conversión masiva aumentó el temor de que el cristianismo estuviera ahora amenazado por el judaísmo desde su propio seno. A través de la acusación de judaizar, los miedos y ansiedades se redirigieron hacia los cristianos nuevos, es decir, hacia los conversos y sus descendientes. En esta situación, única en toda Europa, las imágenes fueron un medio activo y poderoso para expresar deseos e inquietudes de muy diversa índole. Por un lado, los cristianos favorables a la evangelización las utilizaron para transmitir la necesidad de la conversión a todos aquellos que permanecían fieles a la Ley de Moisés. Por el otro, el creciente clima de desconfianza impulsó a muchos conversos a encargar imágenes religiosas para despejar las sospechas de judaizar. En un caso u otro, las imágenes estuvieron en el centro de la polémica.
Escenografías de la Inquisición
Durante el siglo XV, el clima de animadversión hacia los conversos fue en aumento y acabó desembocando en el establecimiento de la Inquisición (1478), una institución particular de los reinos hispanos fundada para perseguir a los nuevos cristianos sospechosos de judaizar. A los recelos de índole religiosa se había añadido desde 1449, fecha de la promulgación de los primeros estatutos de limpieza de sangre en Toledo, un prejuicio racial: la idea de que los conversos eran corruptos por tener sangre impura. En este ambiente de persecución y sospechas, las imágenes religiosas volvieron a desempeñar un destacado papel. Las acusaciones de su profanación se convirtieron en uno de los argumentos más utilizados contra los procesados por herejía judaizante. Las imágenes fueron también el medio para diseñar retóricos programas que justificaban y enaltecían el proyecto represivo desplegado por la Inquisición. Por último, cabe destacar la creación de una iconografía estigmatizadora de los conversos judaizantes, punto de partida de una nueva e infamante alteridad visual. Un intenso proceso de creación figurativa que alcanzó uno de sus momentos más álgidos en torno a 1492, cuando se decretó la expulsión de los judíos.
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