Eduardo Jáudenes de Salazar (CEO de MUSIKDEI)
El CONCIERTO IV / CICLO DE LA ORCAM fue de asistencia obligada para todos los amantes de la música.
En el programa:
Mathilde Wantenaar. Música nocturna + (2017/19)
Mieczysław Weinberg. Concertino para violín y orquesta de cuerdas, op. 42+ (1948)
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Raminta Šerkšnytė. Noche de invierno, para violín y orquesta de cuerdas + º (2022)
Piotr Ilyich Tchaikovsky. Souvenir de Florencia + (1890)
+ Primera vez ORCAM
º Estreno en España
Liza Ferschtman, violín y directora
Liza Ferschtman demostró ser una artista preparada, con calidades extraordinarias, luciendo primorosa y riquísima técnica, plural variedad de matices y personalidad arrolladora.
Se lució plenamente abordando detalles que avalan su clase. Libertades en el uso de la forma y el color que se integran perfectamente en el conjunto.
Liza Ferschtman como directora guió con brillantez, precisión y firmeza admirables. Materializa lo que sugiere con rapidez y precisión.
La Orquesta de Cuerdas de la Comunidad de Madrid tocó muy bien y la música fluyó con vivacidad.
La orquesta se lució plenamente.
Desprendió contagiosa fuerza, plena y poderosa.
Plena de belleza, trasmitiendo emociones físicas.
No puede sorprender a nadie la clase magnífica de la orquesta.
Medida justa de virtuosismo y sentimiento.
Mereció la pena, sin lugar a dudas, montar y ver este concierto.
Un concierto que no te podías perder bajo ningún concepto.
A propósito de Música nocturna + (2017/19) de Mathilde Wantenaar.
El primer movimiento de la Música para cuerdas, percusión y celesta de Bartók es la principal fuente de inspiración de la Nachtmuziek –Música nocturna– de la jovencísima compositora holandesa Mathilde Wantenaar, concebida en 2017 para octeto de cuerdas y reelaborada dos años después para orquesta de cuerdas. En la obra resuenan las sombras de la Noche transfigurada de Schönberg junto algún breve destello debussyano.
La desolación, el frío, la oscuridad –y el punzante lirismo– del primer número del Viaje de invierno de Franz Schubert ofrecen, por su parte, la materia prima de Winternacht –Noche de invierno– de la compositora lituana Raminta Šerkšnytė, obra encargada por Gidon Kremer para su legendaria Kremerata Baltica.
Escrito en tiempos extremadamente sombríos –1948, el año del decreto antiformalista promulgado por Andréi Zhdánov para atajar cualquier desviación doctrinal en la música soviética–, el Concertino para violín del judeopolaco nacionalizado ruso Mieczysław Weinberg ofrece reflejos más bien tornasolados, como una sublimada forma de evasión –y supervivencia– a través de una partitura luminosa y serena en la que encontraremos rasgos concomitantes con Shostakovich.
El viaje de las sombras a la luz que plantea este programa culmina con el Souvenir de Florencia de Tchaikovsky, sexteto de cuerda escrito –y titulado– bajo el influjo de un viaje a esta ciudad italiana realizado en 1890, pero en el que es difícil precisar sus rasgos meridionales, habida cuenta de que los dos movimientos finales utilizan melodías de características –y vitalidad– inequívocamente rusas.
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