COMO MEJOR ESTA EL AMOR ES CON COCHINILLO

© (Copyright) del texto EDUARDO JÁUDENES DE SALAZAR

GOYA Y BEETHOVEN CON TREPONEMA PALLIDIUM

Olivia- Me llamo Olivia, y fui amante de Francisco de Goya y Lucientes, uno de los más grandes genios de la pintura, uno de esos pintores sin los cuales la pintura de hoy sería otra muy distinta, no existiría el impresionismo, ni el expresionismo, ni el romanticismo… también fui amante de Ludwig van Beethoven, uno de los músicos clave de la historia, último gran representante del clasicismo vienés y padre del romanticismo. 

Lector escéptico: ¿Cómo es posible que fuera amante de ambos?

Olivia: Beethoven vivió del 16 de diciembre de 1770 hasta el 26 de marzo de 1827 y Goya vivió del 30 de marzo 1746 al 15 de abril de 1828, fueron coetáneos.

Lector incrédulo: ¿Ambos a la vez?

Olivia: No fue a la vez sino a uno después de otro. Les enamoré, ya le digo, con una formula infalible a uno chocolate con churros y a otro cochinillo a la segoviana.

Lectora: ¿Quiere usted decir que ha conquistado el corazón de dos genios de la historia de la humanidad con dotes culinarios solamente, sin utilizar otras triquiñuelas?

Olivia: Así es. Mire usted, querida lectora, existen dos tipos de personas, las apasionadas y las frías, a las primeras les gusta enamorarse, son todo pasión, entrega, a las segundas las gusta que las enamoren y por tanto les gusta que las colmen de dadivas, que las den mientras ellos o ellas permanecen impertérritos y fríos como un fiscal.

A los apasionados se les conquista con chocolate y a los fríos con cochinillo.

Lectora: ¿Y a los que no les gusta ni el chocolate ni el cochinillo?

Olivia: Esos son seres fuera del circuito del amor, son gente que el amor ni fu ni fa, aléjese de ellos, no merece la pena ningún esfuerzo porque será en vano intentar seducirles.

Otra lectora muy peripuesta con abrigo de Marta Cibelina y cargada de joyas interviene en la conversación:

Lectora elegante: Tiene razón, a mí me encanta que me regalen joyas y abrigos y prefiero el cochinillo al chocolate.

Olivia: usted es como mi querido Fran, al que conquiste con cochinillo que tiene que ser segoviano, con 4,5 kilos eviscerado, con menos de 20 días, alimentado sólo de leche materna, sin ser tratado con hierro, con riñones gorditos que demuestran haber sido bien alimentados, de color blanco que es señal de no haber consumido hierro, pues enrojece enseguida.

Lector: ¿Quiere usted decir que enamoró a Goya con cochinillo?

Olivia: Por supuesto.

Lector: Y a Beethoven ¿como le enamoró?

Olivia: Beethoven era tremendamente apasionado y le conquiste, en Viena, con una taza de chocolate con churros.

Los aztecas aprendieron de los mayas el cultivo y el uso del cacao. Llamaban cacahuat al cacao y xocolatl a la bebida aromática que se obtenía de sus frutos. Los aztecas le llamaban el afrodisíaco de Moctezuma, los mayas la tomaban fría y los aztecas caliente.

Le voy a dar la receta:

Chocolate negro al 70%, cacao en polvo 70% (cacao la mitad que el chocolate negro), leche entera (el doble que el chocolate negro),  pizca de sal, azúcar al gusto, para que quede cremoso una cucharadita de harina por taza y yo le pongo, aunque es opcional, una rama de canela

Ponga los ingredientes en una cazuela al fuego, cuando empiece a hervir apártelo del fuego, cuando deje de burbujear vuelva a ponerlo en el fuego, así hasta que todos los ingredientes se integren y quede con la densidad deseada.

Lectora: ¿Si aprendo bien a hacer chocolate con churros y cochinillo al horno podré conquistar a quien yo quiera?

Olivia- Por supuesto, es más eficaz que cualquier otra cosa. Aunque parezca banal, por el estomago caen los mejores hombres. Las madres juegan un papel importantísimo, el hombre identifica el amor de la mujer con la comida desde la infancia, al principio con la leche materna y luego con los platos que le cocina. Cocina y amor van de la mano.

Autor: Le voy a recordar unas cuantas frases históricas que demuestran lo impotente que es la comida:

Desde que Eva da de comer a Adán la manzana, la felicidad humana depende de la comida.

Lord Byron.

Yo nunca estuve en el Paraíso, pero debe ser algo parecido al cochinillo de Botín.

Cardenal-Duque de Richelieu, Duque de Fronsac.

Si me dan a elegir entre perlas y garbanzos de Fuente Saúco y me dejo llevar por mí estomago me quedo con los garbanzos.

Francisco de Quevedo.

No hay verdadero amor sino el amor por la comida.

Bernard Shaw.

Eres lo que comes.

Pericles (el mayor estratega de la historia)

Con las cosas del comer no se juega.

Aristóteles.

Un lector apasionado, con bigote, ojeras y una finca en Motilla del Palancar:

-A usted hay que ponerle un monumento, al menos una placa, ¿de donde es y cuál es su nombre completo?

Olivia- Nacida en Madrid aunque la familia de mi padre era andaluza, de una pequeña comarca en el Valle de los Pedroches, Córdoba, llamada Conquista y la familia de mi madre de otra pequeña localidad de Galicia concretamente en Pontevedra, llamada Mogollón, como tengo apellidos toponímicos mi nombre completo es: Olivia Conquista Mogollón.

Ludwig- Me llamo Ludwig van Beethoven y soy sordo y músico. Parece absurdo como un ornitorrinco con bombín. Pero digo sordo primero porqué eso marca, te encierras en ti mismo, el no oír te crea una barrera ante el exterior. Lo de músico es secundario, en realidad soy compositor, pero como no puedo vivir de componer, me dedico a dar clases de piano, eso sí, a damas de la alta sociedad. Esas damas agradables como el olor de las flores en primavera o cobrar un cheque bancario.

No soy sordo de nacimiento, me quedé sordo después de tener la sífilis contraída sexualmente, me la pegó precisamente la mujer de mi vida. ¿Cuál es la mujer de tu vida? Me lo he preguntado muchas veces y siempre llego a la misma conclusión: la que te hace sufrir, cuanto más sufres más amor, si muere, si te deja plantado, si se va con otro… esa mujer nunca se olvida.

Conocí a la mujer de mi vida en Viena, no digo su nombre pues, sólo decirlo me estremezco. Ella era camarera en el Café Frauenhuber en la calle Himmelpfortgasse 6. Nada más preguntarme que quería, con esa voz llena de vitalidad y una sonrisa cantarina de colofón, en el mismo tono que el Papageno de La flauta mágica. Resultaba una mujer accesible, abierta a ti, dispuesta a dejarse absorber como una ostra de Arcade. Tenía una largísimo melena negra que peinaba en moño italiano.

-¿A que hora sales?- le pregunté.

-A las 6 acabo el servicio- contestó con una sonrisa cantarina ahora con tono de Cantiga del Arcipreste de Hita.

-Te  espero y salimos juntos. Vamos a ser muy felices- aseveré. Aunque en realidad lo que pensaba era que yo iba a ser muy feliz si lograba poseerla.

La bella camarera asintió con la cabeza con una cara de absoluta felicidad. Se la veía realmente satisfecha.

Me preguntaba por qué yo, que soy sumamente tímido, me lance con esta chica, la razón era que consideraba a mi madre mi mejor amiga, y ella se parecía a mi madre en la vitalidad y la sonrisa cantarina. La felicidad se fragua en el claustro materno, ahí estas protegido, flotas y a la vez estas seco, esa sensación tan placentera es lo que hace que cuando buscas pareja encuentres más fácil enamorarte de alguien que te recuerde a ese ser que te protegía. Luego el tiempo te confirmará si es o no la persona adecuada para compartir tu vida.

Cuando me dijo que era española, yo me dije:

Es ella, sin lugar a dudas, la mujer de mis sueños, de mi vida.

En Bonn me llaman El español, ya que mi abuela se llamaba María Josepha Poll y era española. Adoro todo lo español y adorando lo español, como no iba a enamorarme de Olivia.

Si además sabía hacer bien el chocolate con churros, estaba confirmado, era la mujer con la que debía compartir el resto de mi vida, pues era mi plato favorito en la niñez, el plato estrella de mi madre.

Las circunstancias personales influyen mucho, acababa de venir de Bonn, mi madre murió de tuberculosis y mi padre cayó en una fuerte depresión, se dio al alcohol, razón por la cual fue encarcelado, y tuve que hacerme cargo de mis hermanos pequeños tocando el violín en una orquesta de segunda y dando clases de piano para mantener a mis hermanos y a mí mismo hasta que mi padre murió cinco años después que ella. Volví a Viena y aquí, nada más llegar, en busca de la felicidad tras el desastre que supone la muerte de tu padre, conocí a la que podía ser el amor de mi vida en forma de camarera de café.

La observe como un cazador a su presa antes de hacerla suya. Como un pajarito iba de mesa en mesa, dejando cafés, tartas y dulces Konditorein, recogiendo los abonos de las consumiciones y las suculentas propinas que ganaba con su sonrisa. Miraba impaciente el reloj. Tal como llega la alegre primavera tras el lúgubre invierno, marcaron las seis y ella soltó la bandeja, se quitó el delantal y nos fuimos a comprar los ingredientes del chocolate con churros. Cometí una de esas locuras febriles que sólo pueden producir una mujer o un violín desafinado, me gasté todo lo que mi mentor me había dado para el mes, ya que tuve que pagar una fortuna por el chocolate con churros, muy difíciles de encontrar en Viena, pero la materia prima es fundamental y quería saber cuanto antes si era o no capaz de hacerme el plato preferido de mi infancia: chocolate con churros.

Nos fuimos a mi estudio, al ver el piano, ella se sentó y tocó una melodía, melodía que más tarde utilizaría para mí 9ª sinfonía. Siempre había pensado, la melodía la hace Dios, todo lo demás nosotros. Aquella melodía era la mejor que había escuchado nunca, la escribí para que no se me olvidara.

Antes de nada – le dije- tenemos que ver como haces el chocolate con churros.  Un poco contrariada se puso un delantal y preparó chocolate con churros, una vez elaborado me lo enseñó, lo miré, estaba perfecto a la vista, era tal y como debía ser. Un frío recorrió entonces mi espalda: ¿y sí a pesar de ser en apariencia correcto no sabía como el de mi madre? Cogí rápidamente un churro y lo introduje en la apetitosa taza de chocolate cremoso, corte otro trozo de churro, me lo lleve a la boca… estaba extraordinario, tan delicioso como el de mamá. No cabía duda, era ella la mujer que esperaba ansiosamente para compartir mi vida, aquel chocolate con churros me enamoró por completo. Caí redondo a sus pies. No dejamos ni un churro ni una gota de chocolate, estaba inmejorable.

Durante cuatro meses y tres días, parecía una condena, nos hicimos inseparables, fueron los días más felices de mi vida. Comí más chocolate con churros que en toda mi vida. Las dos últimas semanas comenzamos a discutir por tonterías, pero el chocolate con churros no bajó de calidad. El día que rompimos, una mañana del mes de mayo, ella se había despertado sobresaltada, muy abatida, temblando. Mi musa me zarandeó, como a un mantel después de comer, para pedirme que le abrazara. Pero yo quería seguir durmiendo. Ella insistió con la pesadez de los enamorados y los vendedores de libros, hasta tal punto que se reincorporó en la cama.

-Ven -me dijo- necesito que me abraces, sentirme protegida, tengo miedo.

Ella me abrazó y yo la aparté los brazos de mi cuerpo, como se aparta una avispa, con ganas de deshacerte de ella. Al verse rechazada se levantó y sin mediar palabra, comenzó a hacer su maleta.

Arrepentido de lo que había hecho, intente disuadirla, pero fue inútil. Me dijo con firmeza:

-Solo te he pedido que me abraces, lo necesito, si no eres capaz de dar ni un abrazo, será mejor dejarlo.

Ella se marchó. Días después la volví a ver en el balneario de Teplitz. Yo estaba invitado por una amiga de la alta sociedad que quería que conociera a Johann Goethe (28 de agosto de 1749 al 22 de marzo de 1832) un escritor de fama. Paseábamos por los jardines del balneario, cuando vi a la Emperatriz de Austria con su familia y corte, y a su lado estaba ella, el amor de mi vida. El escritor se echó a un lado y saludó a la comitiva quitándose el sombrero que llevábamos para protegernos del sol. Yo me lo calé más y pase de largo sin saludar. El escritor se puso bravo conmigo y me tildó de lacayo, mal educado y patán. Desvelé a Johann la verdadera causa de mi comportamiento, que iba dirigido a mi ex amante y no a la Emperatriz.

Al día siguiente, cuando fui a pedirle disculpas a mi amada inmortal, con la esperanza que me hiciera de paso el chocolate con churros, me dijeron que esa misma noche había partido para Madrid. Era una aventurera, le encantaba romper, como se rompe una porcelana China al estamparse contra el suelo, haciéndose añicos irreparables.

Cuando ella se fue, el mundo se me cayó encima, enfermé de sífilis y me quede sordo, la sífilis me la pegó ella, siempre he creído que las defensas de tu organismo bajan cuando tienes un disgusto sentimental.

Tanto ella como yo tenemos lo que los psiquiatras llaman trastorno bipolar, que consiste en que por las mañanas nos sentimos basura. Había días que yo no salía de casa, pues me veía el ser más ridículo del mundo siendo sordo y músico. Luego, a lo largo del día, me sentía mejor y por la noche ya me creía un genio.

Interpreté mi primer concierto con siete años en Colonia y todos los grandes compositores, cuando leen mis obras, me felicitan calurosamente. Incluso Wolfgang Amadeus Mozart dijo de mí que iba a ser su sucesor.

Mi séptima sinfonía la calificó Wagner de la sinfonía de la danza y decía que era insuperable.

Wagner se dedico a la opera pues decía que el nivel de calidad de mis sinfonías era inmejorable y había de hacer otro tipo de música donde él pudiera ser el mejor.

Por una amiga común me enteré que mi amada inmortal vive en Madrid con un pintor. Sufro muchísimo al pensar, no tanto que vive con otro hombre, sino que es el pintor y no yo el que disfruta de su magnífico chocolate con churros.

Pero mi amor por lo español no cesó, incluso se ha incrementado, de echo Fidelio, mi única opera, la escribí pensando en ella y por eso transcurre en Sevilla, también compuse un gran número de canciones bajo el título genérico de Canciones Españolas, llevé a mis sobrinos, de los que me tuve que hacer cargo, al Instituto Español de Viena y me fui a vivir a una casa que se llama Casa del Español negro (en alemán Schwarzes spanisches Haus), pues en ella vivieron unos sacerdotes españoles que vestían de negro. Ya no sólo era El español como me llamaban en Bonn porque mi abuela María Josepha Poll era española, ahora lo español lo llevaba también en el alma, en el corazón y en mi cabeza permanentemente.

No la volví a ver más, ni a probar su extraordinario chocolate con churros. De ella sólo me queda su eterno recuerdo, su presencia permanente dentro de mí y el sabor inigualable de su chocolate con churros.

Francisco- Me llamo Francisco de Goya y Lucientes, soy pintor y sordo. No soy sordo de nacimiento, la adquirí como consecuencia de la sífilis que me pegó Olivia. La conocí en Madrid, en un restaurante próximo a la Plaza Mayor que se llama Botín, allí trabajaba Olivia de cocinera y yo de friega platos, para sacarme el jornal y poder ir a Roma.

Por aquel entonces vendía mis obras en la Licorería Droguería de la calle Desengaño

Olivia me gustó nada más verla. Su belleza, su  sonrisa y su alegría me cautivaron. La invité a salir y ella aceptó al instante. La llevé a la Pradera de San Isidro, y vino con un pequeño picnic compuesto por: Cochinillo que ella misma cocinaba en Botín y unas olivillas de postre. Al probar la primera porción de cochinillo, estaba tan sabroso y bien elaborado que me enamoré perdidamente de ella, una mujer capaz de hacer ese cochinillo era una artista. Constituía una obra maestra, y créanme que sé muy bien lo que es una obra maestra, muchos de mis cuadros lo son. A aquel cochinillo no le sobraba ni le faltaba nada, las proporciones justas, su melosidad, su piel crujiente, le hacía irresistible incluso para el más convencido ermitaño. Se puso a llover, nos quedarnos solos, pues todos se escaparon a refugiarse como mineros búlgaros huyendo de la vacuna. Primero acabamos hasta el último trozo de cochinillo y luego terminamos con las olivillas.

De la Pradera de San Isidro nos fuimos a secar a mi estudio. Ella pintó en un lienzo en blanco un hombre con los brazos en cruz, gritando, y unos soldados fusilándole, que parecían una máquina de matar. Pude ver en ella cualidades artísticas, ya apuntadas en el cochinillo. Aquello que pintó lo terminé algunos años más tarde, pero respetando la colocación de los personajes y sus gestos. No es otro que uno de mis cuadros más famosos Los fusilamientos de la montaña de Príncipe Pío el 3 de mayo de 1808, primer cuadro expresionista de la historia, que pinté en 1814, previo escrito dirigido al gobierno en el que señale mi intención de… perpetuar por medio del pincel las más notables y heroicas acciones o escenas de nuestra gloriosa insurrección contra el tirano de Europa.

Vivimos un apasionante idilio durante tres meses. Su cochinillo era irresistible.

Un adinerado e influyente hombre, cuyo nombre me reservo, me encargó un retrato de mujer vestida por completo a la moda francesa para colocar en su Palacio. Le puse el cuerpo y la cara de Olivia, retrato de cuerpo entero recostada plácidamente en un lecho y mirando directamente al observador.

-Es de una belleza arrebatadora, carnal y fuerte, bellísima- dijo el poderoso hombre al ver el cuadro- hazme otro retrato, en la misma pose pero desnuda.

Si fuera una novela, hubiera dicho que parecía arrancadas de las páginas de un personaje de Lord Bayron, pero realmente ella había nacido en España, y era de una belleza extraordinaria, mucho más fuerte, intensa y mágica que las de Bayron. Una mujer que ha comido durante la infancia: Callos, lengua, oreja, albóndigas, ensalada de naranja y bacalao, cocido madrileño, potaje, coliflor, alcachofas, soldaditos de Pavía, torrijas… a la fuerza tiene que ser bella, y ella lo era, y mucho.

Mi amor por Olivia parecía eterno, pero rompimos cuando solo habíamos pasado tres meses juntos. Todo lo importante que nos ocurre en la vida viene y se va de nosotros sin buscarlo ni poder evitarlo. La tuve que dejar cuando me engañó con otro.

Olivia- Eso no es cierto. Voy a contar la verdadera historia de la ruptura.

Francisco se marchó unos días a Roma por asuntos de trabajo, dejándome en casa con un argentino amigo suyo que pasaba unos días por Madrid, y al volver, cuando yo estaba más enamorada, esperándole como agua de mayo, me dijo sin dar explicaciones:

-Quiero acabar con esta relación.

-¿Por qué?- cuestioné asombrada.

-No necesito explicaciones. Se acabó y basta.

Abandoné la casa sin rechistar. Volviendo a mi ciudad natal.

Años más tarde me enteré de que la causa de la ruptura fue que el argentino dijo a todos los amigos de Francisco que se había acostado conmigo. Aquello era una infamia que nunca ocurrió, pero ya se sabe: Cuando un hombre dice que se ha acostado con una mujer es que no se ha acostado, cuando una mujer dice que no se ha acostado con un hombre es que se ha acostado. La verdad es que el argentino, como estábamos solos, lo intentó. Los argentinos siempre lo intentan, pero yo le dije que estaba enamorada de Francisco, que le quería y no podía engañarle. El argentino, por vengarse de mi negativa a sus pretensiones, de todo punto inadmisible en una mujer enamorada como yo, comenzó a decir que habíamos hecho el amor en ausencia de Francisco. Francisco prefirió abandonarme antes de comprobar si era verdad o no lo que decía el argentino.

Quedé para el resto de mi vida prendada de él, recordándole y viéndole en mis sueños, no le olvidaré jamás.

El amor es como un tiovivo. El primero que salta, deja al otro dando vueltas, convirtiéndose en su amor eterno.

Tanto el romanticismo como el amor tienen una base común, administrar sabiamente la incertidumbre, creando una situación tensa, de espera anhelante, que acaba cuando llega la implacable certeza.

Goya escribió una carta a su amigo de la infancia Martín Zapater al poco de llegar a Madrid un 10 de noviembre de 1790. Justo antes de conocerme en Botin, comenzaba con el dibujo de un corazón inflamado de amor Francisco me confeso su extraordinaria amistad fraguada desde la infancia en la que hay diferentes niveles de comunicación, pero había mantenido relaciones con su amigo, que tras ser suspendidas, lograron que no se le quitase de la cabeza aquel primer amor con un hombre, fue al conocerme cuando Goya dejo de pensar en su amigo y comenzó a enamorarse de mujeres, la primera fui y por ende yo sería su gran amor.

En la carta Goya le decía textualmente a su amigo»con tu retrato delante me parece que tengo la dulzura de estar contigo, ay mío de mi alma», no puede estar más claro.

Pero también en la carta hay dibujos satíricos, procaces y convencionales, hay bocas, ojos, orejas y también hay penes y vulvas, los penes que probó antes de mi, y las vulvas que probaría después.

Marilyn Monroe: Pues me das una desilusión muy grande, yo me acuesto con dos gotas de Chanel número 5 y una libro de Goya, me da muchísimo placer ver la obra de Goya, sobre todo, las pinturas negras.

Lector incrédulo: Usted Marilyn tiene fama de cabeza vacía.

Marylin Monroe: Tengo esa fama porque a los hombres les gusta más una mujer tonta que una más lista que ellos, cosa que es lo más normal dado el nivel intelectual de algunos hombres. Ni Arthur Miller ni John y Robert Kennedy, se hubieran enamorado perdidamente de mí sino tuviera un alto nivel intelectual y me emocionara con las pinturas negras de Goya.

Soy admiradora desde siempre de Lorca, un lunático y delicado poeta, probablemente el mejor poeta que conozco.

Siempre que puedo escribo, le voy a recitar algunos de mis poesías;

Te alimentaré del arbusto

Oscuro y resplandeciente

Justo a la izquierda de la puerta

¡Socorro, socorro,

Socorro! siento

que la vida se me acerca

cuándo lo único que quiero

es morir

Lector: Quien le descubrió a Goya, pues en Estados Unidos no es tan conocido como en España:

Marilyn Monror: Fue Buñuel con el que coincidí en México, cuando rodaba El ángel exterminador, mi amante de entonces, un gallego guapísimo llamado Bolaños, me dijo que tenía que conocer a un español que tomaba café con Picasso.

Buñuel me dijo que era amigo de mi adorado Lorca y me recomendó que viera las pinturas de Goya, sobre todo las negras.

Lea usted la biografía de Goya – me recomendó- sus pinturas negras son lo mas humano que un artista pude pintar.

Marilyn Monroe: lo primero que hice al llegar a Los Ángeles fue comprarme una biografía de Goya el pintor de las sombras oscuras del ser humano

Olivia: Ahora vivo en Francia. Mi sempiterno romanticismo me hace seguir enamorada y enamorando. Mi nuevo amor es un frío y ambicioso militar.

Su frase favorita: Vísteme despacio que tengo prisa- lo cual demuestra que es un buen estratega y frío como el mármol. Ya ha sucumbido ante mi cochinillo y está enamoradísimo de mí, ha hecho probar mi cochinillo a todo su regimiento y quiere conquistar Europa para en toda Europa se pruebe mi cochinillo a la segoviana. Su nombre: Napoleón Bonaparte.

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