Eduardo Jáudenes de Salazar (CEO de MUSICAS)
El ciclo de conciertos de la Universidad Politécnica nos ofrece un Concierto en familia, donde todo empieza y el amor no acaba.
Edgar Martín flamante director y narrador del concierto, nos descubrió que a partir de las melodía de la 6ª de Beethoven podemos cantar: El patio de mi casa, Que llueva, que llueva la virgen de la cueva y La vaca alegre… Lo que no nos dijo fue porqué Beethoven esta vinculado a España. Beethoven era llamado “El español” en Bonn. No por ser bajito, moreno y con “malas pulgas”, sino porque su abuela era española y se llamaba María Josefa Poll.
Su única opera se llama Fidelio y transcurre íntegramente en Sevilla.
Sus sobrinos, por voluntad del genial músico, fueron al Instituto Español de Viena.
Las canciones de Beethoven se engloban dentro del epígrafe Canciones españolas.
La casa donde muere, aún hoy se puede visitar en Viena, se llamaba la casa del español negro Swarti spainier haus porque allí vivían unos monjes que vestían de negro y eran españoles. Beethoven festeja con los estudiantes la Victoria de Wellington de los españoles sobre los franceses.
Luego el gran comunicador y director Edgar Martín, nos contó la historia campestre de la 6ª Sinfonía de Beethoven. Todo ello en la primera parte del concierto, en la segunda parte la ORQUESTA CAMERATA MUSICALIS, bajo la diestra batuta de: Edgar Martín, interpretó:
Sinfonía nº 6 “Pastoral” del Oh Gran Beethoven.
Esta sexta Sinfonía, una de las primeras composiciones románticas, en que la música abandona la búsqueda de la belleza por la belleza y pasa a la subjetiva emoción, fascinación y tensión del oyente.
Beethoven no solo exige capacidad técnica para tocar unas notas difíciles sino una verdadera madurez de pensamiento.
Beethoven es de una complejidad inmensa, y la lucha es una parte orgánica de cada representación.
El Director: Edgar Martín guió con brillantez, precisión y firmeza admirables. Materializando lo que sugiere con rapidez y precisión.
La ORQUESTA CAMERATA MUSICALIS tocó muy bien y la música fluyó con vivacidad.
Las distintas familias orquestales: cuerdas, metal, percusión, viento, madera estuvieron perfectamente niveladas.
Delicada, cuidando los detalles.
La orquesta se lució plenamente.
Desprendió contagiosa fuerza, plena y poderosa.
Plena de belleza, trasmitiendo emociones físicas.
No puede sorprender a nadie la clase magnífica de la orquesta.
Modelos de quietud, atención, respeto y disciplina.
Medida justa de virtuosismo y sentimiento.
Segura y firme.
Sólida de sonido y técnica.
Sonó con noble calidad, sólida, brillante.
Una vez terminada la 6ª Sinfonía, Edgar Martín, nos hizo emocionarnos a todos cantando El Himno de la Alegría de la 9ª Sinfonía de Beethoven, fue un final insuperable, consiguiendo, además que el coro de voces del público entonara y saliese airoso del reto.
Mereció la pena, sin lugar a dudas, montar y ver este concierto.
Un concierto que no te podías perder bajo ningún concepto.
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