Eduardo Jáudenes de Salazar (CEO de MUSIKDEI)
Estamos de suerte. Comienza el fin de semana en JAZZMADRID con un concierto vivido en la frontera, uno de esos espectáculos desarrollados en esa franja donde se diluyen las denominaciones de origen y todo es de colores. Un territorio que continúa sin pertenecer a nadie y que crece gracias al ayuntamiento artístico de dos identidades tan vivas como el jazz y el flamenco. El trabajo del pianista titular de esta comparecencia, Chano Domínguez, y el de sus dos escoltas en la rítmica, se ubica, desde hace años, en esa encrucijada.
Ningún pianista, salvo Tete Montoliú, ha conseguido hacer tan exportable su sapiencia jazzística como Chano Domínguez. Un elevado ejemplo de fusión entre inventar y pisar el territorio de las leyendas. Chano es el inspirador de unas formas de hacer pianismo, que, como el lema de nuestra Real Academia de la Lengua, limpia, fija ideas y da esplendor. Siguiendo los caminos de Paco de Lucía y Jorge Pardo, este músico ha alcanzado la condición de bisagra para la música de nuestro Sur y el jazz de Brooklin. Chano traduce como nadie en los discos y en sus directos el buen clima de aceptación por el que discurre el jazz en los últimos años. De ahí su opción por toda clase de formas, aquietadas y rítmicas, que muchos -él mismo- vinculan a las enseñanzas de Bill Evans.
Pero, atención, pues si es cierto que algunos tramos de sus recitales se resuelven hundiendo inspiración en Evans, luego, cuando el clímax despega, no es menos veraz que pueden terminar recalando en dos orillas: nuestro sur y el Caribe. Y Chano mejora, por difícil que parezca, en cada entrega su técnica. Desde el primer jazzista americano que llega a nuestras tierras -probablemente, el teniente Jim Europe-, hasta el hallazgo más reciente, pasa una procesión de pianistas que, en nuestro país, encabezan Tete Montoliú y Chano Domínguez. Y no se trata de probar de nuevo que Chano es un pianista extraordinario, sino -y esto es más importante- un administrador de una inspiración que, como aquella de Tete, es la mejor que ha tenido la memoria del jazz en España.
Y, para hacer más cierta la ilusión, al lado de Chano, en escena, estarán dos acompañantes que viven la música en permanente desafío. De un lado, Javier Colina, el mejor contrabajista que han producido varias generaciones y un improvisador muy inteligente y abierto que no conoce los límites del riesgo. Y, ante la batería y las percusiones, Guillermo McGill, el músico sagaz e imprescindible que, como Javier, sabe ponerle como nadie volantes delicados a las melodías, permitiendo que todo luzca como un mecanismo rítmico preciso e infalible. Jazz del que mira hacia la tierra, del que -gracias a este trío- se escribe con mayúsculas y sin concesiones.
El concierto de JAZZMADRID CHANO DOMINGUEZ TRIO CON JAVIER COLINA Y GUILLERMO McGILL fue de asistencia obligada para todos los amantes de la música.
Mereció la pena, sin lugar a dudas, montar y ver este concierto.
Un concierto que no te podías perder bajo ningún concepto.
Los músicos tocaron muy bien y la música fluyó con vivacidad.
Los distintos instrumentos estuvieron perfectamente nivelados.
Delicados, cuidando los detalles.
Todos se lucieron plenamente en los sucesivos solos.
Desprendiendo contagiosa fuerza, plena y poderosa.
Sonidos bellos y a la vez trasmitiendo emociones físicas.
No puede sorprender a nadie la clase magnífica de la banda.
Medida justa de virtuosismo y sentimiento.
Segura y firme.
Sólida de sonido y técnica.
Sonó con noble calidad, sólida, brillante.
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